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domingo, 29 de diciembre de 2024

Evitando el balanceo con la realidad convertida en ficción


Gran cantidad de servicios cotidianos desde una barra de pan a un paquete pedido por Internet llegan diariamente a sus respectivos destinos en un tiempo récord, permitiendo que la calidad de vida de un país que cuenta con estos servicios continúe en crecimiento. De esta forma, el ferrocarril, el transporte colectivo por carretera y el vehículo ligero constituyen en un país desarrollado un importante activo con líneas de tren, de autocares y de autobuses urbanos que nos llevan al trabajo o incluso de vacaciones a nuevos destinos pendientes de conocer. El transporte se ha convertido en un derecho legítimo del pueblo en muchas ocasiones permitiendo incluso la creación de gran cantidad de empleos directos y una fuente de ingresos turísticos en los lugares de destino.

Sin embargo, la cuestión que siempre acompaña a todos los beneficios sociales es la viabilidad económico-financiera de este tipo de servicios. Es evidente y necesario distinguir que la historia, el desarrollo y el impacto del transporte terrestre es muy distinto al de las infraestructuras ligadas a él. Desde luego ambos se complementan y son como una relación de pareja en la que cada uno da lo mejor de sí mismo por el bien de ambos, pero en el caso del transporte terrestre hay uno que económicamente hablando siempre pone más de su parte para que la relación funcione y es precisamente la infraestructura. A partir de este momento muchos lectores podrán pensar que ateniéndonos al estado actual de las carreteras la situación es más bien la contraria, con un parque móvil que puede llegar a encontrarse en muchísimo mejor estado que la infraestructura en lo que al transporte de carretera se refiere.

Sin lugar a duda dichos lectores no erran en su pensamiento, pero los animo a analizar con detalle la orografía de la Península Ibérica y la inversión necesaria para el mantenimiento y construcción de carreteras y vías de ferrocarril. Debido a dicho aspecto, resulta evidentemente más sencillo tratar de mejorar el transporte ligero y pesado no solo porque suponga una menor inversión, sino porque además esta se encuentra diferenciada y es competencia de cada entidad pública, privada o particular el llevar a cabo dichas inversiones mucho más contenidas. Así, la mejora del firme, trazado, vallado o distanciamiento de las salidas y entradas en las autopistas supone una inversión que pocos países del primer mundo pueden llegar a permitirse y que aquellos que cuentan con ello, permitiendo incluso tramos sin límite de velocidad, en ocasiones tienen en su haber infraestructuras de los años 30 que requieren un costoso mantenimiento.

Inauguración de la Autobahn entre Halle y Leipzig, actual A14, en Alemania a finales de la década de los años 30. Por una de las calzadas puede observarse toda la flota de Mercedes-Benz encabezada por el general de la Luftwaffe Fritz Todt y su 500K. Gracias al correcto desarrollo y construcción de estas vías de altas prestaciones se han conseguido mantener en uso hasta nuestros días con mayores intensidades de tráfico e incluso tramos sin límite de velocidad.

Llegados a este punto ha salido a la palestra la palabra “velocidad”, una palabra que lleva casi un siglo tratándose de unir a la palabra “seguridad” con el objetivo de precisamente mejorar los servicios que aporta el transporte terrestre y que se han mencionado al comienzo de este artículo. A fin de cuentas, a mayor velocidad y seguridad, tenemos que madrugar menos para ir al trabajo, para irnos de viaje o también nos permite que llegue antes el paquete a casa que pedimos por Internet. Para conseguir todos estos objetivos tanto la infraestructura como el transporte han de estar a la altura de las circunstancias y que las limitaciones que ello implica han de ser sorteadas de la forma más limpia y simple posible.

Se hace necesario por tanto tener en cuenta de nuevo la viabilidad económico-financiera de estos objetivos y es evidente que para incrementar la velocidad de forma segura en las autopistas y vías de ferrocarril se hace necesario una rectificación de trazados y de los peraltes de las curvas, que en la gran mayoría de casos no son para nada rentables. Así, el transporte por carretera y el material rodante ferroviario ha de ser quien por su inversión diferenciada y más reducida ha de modificarse en base a la infraestructura ya existente para mejorar su velocidad de forma segura.

Con todo esto, desde hace casi un siglo es necesario incrementar de forma segura la velocidad del transporte terrestre en su paso por curva y esto únicamente se puede conseguir incrementando la velocidad de vuelco en base a las condiciones de la infraestructura. La gran pregunta es cómo se incrementa dicha velocidad de vuelco y la respuesta corta es bastante sencilla, mediante la compensación de la fuerza centrifuga.

En la fotografía izquierda puede verse una imagen de la locomotora eléctrica del EMU Y 1060 en fase de pruebas entre 1971 y 1973. Este prototipo fue desarrollado por Fiat y contaba con un sistema de pendulación forzada basado en la patente de Julius Lindblom que se analizará en detalle posteriormente. La unidad de tren definitiva fue denominada Pendolino debido a su capacidad de tumbarse hacia el interior de las curvas incrementándose así la velocidad en el paso por curva sin riesgo de vuelco. En la fotografía derecha puede verse un esquema del sistema desarrollado por la empresa española Talgo basado en una suspensión pendular natural ya que el centro de balanceo del coche se encuentra situado en el techo, por encima del centro de gravedad del mismo. Gracias a este diseño, comparable al de un tiovivo, el comportamiento de los Talgo IV fue similar al de los Pendolinos, pero con un mantenimiento y complejidad mucho menor.

Utilizando la ficción para entender la realidad

Con el fin de poder entender el proceso de compensación de la fuerza centrífuga resulta vital conocer algunos detalles técnicos relacionados con el campo de la física newtoniana, la cual siempre intenta buscar la causa de ciertos fenómenos macroscópicos que tienen lugar en el día a día debido a la existencia de masas y movimientos. Si hay algo que ha conseguido terminar calando en la cultura popular son las famosas 3 leyes de Newton que tratan de dar una justificación a fenómenos muy dispares en el día a día, desde la caída al suelo de un bolígrafo al paso por curva de un vehículo con una masa y a una velocidad concreta.

Centrándonos en el último caso mencionado es empírico determinar que al pasar por una curva con nuestro coche notamos como todo nuestro cuerpo y entorno dentro del vehículo se quiere ir hacia fuera de la curva. Además, cuanto más deprisa vamos más sentimos esa sensación y en ocasiones tememos que si se incrementa aún más esa velocidad el coche pueda derrapar, no girar o incluso volcarse hacia fuera de la curva. Estas sensaciones se disparan más incluso con cierta tipología de vehículos, como los todoterrenos o los SUV, en los que las velocidades máximas en el paso por curva se ven sustancialmente reducidas.

Siguiendo los postulados de la física newtoniana la explicación a este fenómeno se debe principalmente a la perturbación de un estado previo en el que el coche circulaba en línea recta para pasar a una nueva situación en la que el coche describe una trayectoria circular. A consecuencia de dicho cambio aparece una aceleración centrípeta y una fuerza homónima ligada a ella que permite verificar la 2ª ley de Newton. Cuanto mayor es la velocidad, mayor es la fuerza necesaria para revertir el movimiento en línea recta que existía previamente y cuanto mayor es el radio de la curva menor es la perturbación respecto al movimiento previo reduciéndose así el valor de dicha fuerza.


En numerosas situaciones de la vida diaria aparece la fuerza centrípeta, como es el caso del lanzamiento de bala en atletismo. En dicha prueba se trata de acelerar una masa que se ha de lanzar con el brazo mediante una rotación del deportista sobre su propio eje y cada vez a mayor velocidad, tal y como puede verse en la imagen izquierda. Gracias a dicha alta velocidad de rotación se adquiere una mayor velocidad tangencial en la masa a lanzar y en el momento en que el atleta la suelta esta sale despedida a gran velocidad. En la imagen derecha puede verse la ecuación que relaciona la velocidad de la masa que describe una trayectora circular, el radio de giro, que en el caso del atleta es el brazo, y la masa del cuerpo que se encuentra girando. De dicha ecuación se extrae como a mayores radios de giro menor es la fuerza centrípeta representada como T en la fotografía derecha y como Fc en la fotografía izquierda. Además la relación entre la fuerza y la velocidad es cuadrática lo cual quiere decir que a pequeñas variaciones de velocidad a alta velocidad se requieren incrementos cuadráticos de la fuerza centripeta.

Sin embargo, en ningún momento el modelo físico concuerda con las percepciones del conductor y pasajeros a la hora de pasar por la curva, ya que la fuerza centrípeta tiene la dirección y sentido de la aceleración centrípeta. Esto es, que ambas se dirigen hacia el centro de la curva, pero las sensaciones que se perciben son de desplazamientos hacia el exterior de la curva… La explicación de esto es algo más compleja y pasa precisamente por la necesidad de entender que la aplicación del modelo es respecto de un sistema de referencia estático que sería equivalente al de una persona viendo pasar un coche sin suspensión desde la acera. Este aspecto es de vital importancia sobre todo el relacionado con el término “sin suspensión”, ya que en ese caso se podría considerar al coche como un cuerpo cuyos desplazamientos serían idénticos en toda su masa y extensión.

Gracias a dicha consideración el modelo físico cobraría sentido al basarse en todo momento en la dinámica del paso por curva de una masa rígida sin movimientos internos. Al introducir la tan necesaria suspensión en un vehículo, debido a motivos explicados en el artículo de suspensiones, se independizan relativamente los movimientos del chasis y carrocería frente al de los ejes del vehículo. De esta forma, la consideración del automóvil como una masa sólida y de comportamiento idéntico en toda su extensión pasa a ser completamente errónea, al aparecer movimientos relativos entre los ejes de las ruedas y el resto del coche. Precisamente es aquí donde entra el rol del conductor y pasajeros ya que pasan a formar parte de dicho movimiento relativo. Así, si se cambiase el sistema de referencia fijo de la persona situada en la acera a un sistema de referencia móvil en el interior del vehículo, las condiciones del modelo variarían y para poder adaptarlo a la realidad de los pasajeros se introduce una fuerza ficticia denominada centrífuga con el sentido opuesto y misma dirección que la fuerza centrípeta. Dicha fuerza forma parte del grupo de fuerzas aparentes de D’Alambert al que pertenecen otras como las inerciales o las de Coriolis.

A la hora de establecer los sistemas de referencia en física, se recurre siempre en primer lugar al establecimiento de un sistema de referencia fijo que no rota ni se desplaza en ningún momento, siendo este definido como sistema de referencia fijo o inercial. Por otro lado, en el caso de movimientos más complejos que requieren simplificar sus referencias al sistema inercial, se recurre a sistemas de referencia móviles o no inerciales que describen desplazamientos y giros respecto del sistema fijo o inercial. Debido a dicha dependencia o condiciones de ligadura aparecen velocidades, aceleraciones y fuerzas relativas entre las que se encuentra la fuerza centrífuga. Como puede verse en la imagen, si el hombre de miniatura se sitúa en un sistema no inercial encima de la masa que está girando se requiere la introducción de la fuerza ficticia denominada centrífuga para conseguir el equilibrio de fuerzas del sistema no inercial. La fuerza T que aparece en rojo en ambos sitemas de la imagen sería la fuerza centrípeta o de tensión de la cuerda que mantiene girando a la masa del esquema.

Con la introducción de dicha fuerza ficticia cuadran las piezas del puzle formado entre el modelo y la experimentación real de los pasajeros y los viandantes. Sin embargo, aunque hayamos conseguido por fin hacer coincidir el modelo con la experimentación, el problema de sensación de desplazamiento lateral en el conductor y copiloto sigue sobre la mesa. Es evidente que lo más deseable es reducir esa sensación y ese movimiento debido a la fuerza centrífuga del chasis y la carrocería respecto del eje de balanceo del vehículo. Así, se podría incrementar la velocidad en el paso por curva sin llegar a volcar y limitarse la existencia de dicha fuerza relativa.

Con motivo de esta situación todas las carreteras de cierta categoría e intensidad de tráfico cuentan con una inclinación lateral de las curvas. De esta forma, el lado exterior de la calzada en su paso por una curva cuenta con mayor altura que el interior permitiendo entre otras cosas que la fuerza centrípeta necesaria para hacer girar el vehículo se vea sustancialmente reducida, se incremente la velocidad en el paso por curva y se aumente la velocidad de vuelco muy significativamente. A pesar de ello, como ya se ha comentado el diseño de la calzada es el mismo para todo el parque móvil y cuando este modifica sus características con el paso del tiempo, la calzada no logra ajustarse de forma tan efectiva a las nuevas condiciones. Se hace necesario modificar aspectos ligados a la suspensión del vehículo.

Como es lógico pensar si el modelo de vehículo sin suspensión mejora su comportamiento por curva y puede alcanzar mayores velocidades, el recurrir a un diseño de suspensiones rígidas permite mitigar las limitaciones comentadas. Debido a este motivo la mayoría de los vehículos deportivos recurren a una suspensión más rígida que incremente notablemente la velocidad de vuelco. Sin embargo, la presencia de la fuerza centrífuga sigue sobre la mesa, aunque su valor sea más reducido. La única forma de paliar su efecto es consecuentemente a través de una nueva fuerza, dentro del sistema no inercial en el que se encuentra la masa suspendida, y que sea opuesta a la fuerza centrífuga.

En la fotografía izquierda pueden verse las fuerzas a las que es sometido un automóvil al tomar una curva peraltada con cierto ángulo. En dicha imagen se puede ver la resultante de fuerzas Fr, siempre que la dirección de dicha fuerza no se encuentre a la derecha del punto A, que representa el extremo exterior de la rueda derecha del dibujo, el vehículo no volcará. De esta forma, la velocidad de vuelco es aquella para la cual Fr pasa exactamente por dicho punto A. En la fotografía derecha puede verse un diagrama de momentos My frente al ángulo de balanceo de la suspensión en el cuadrante derecho y que hace referencia al balanceo del vehículo. En el cuadrante izquierdo puede verse un diagrama de momentos Myv frente a la aceleración centrípeta y que hace referencia a la aceleración y momento de vuelco de una suspensión concreta, analizada en el cuadrante derecho. Como puede verse el valor de aceleración máxima antes de vuelco es mayor en una suspensión rígida que en una elástica o más blanda.

Julius Lindblom y su suspensión autoajustable

Con el problema ya definido y conocido desde hacía décadas, es evidente que se hacía necesaria la motivación y el coraje de un inventor que desarrollase algún sistema que pudiese inducir alguna fuerza relativa contraria a la centrífuga en el paso por curva. Así el sueco Julius Lindblom tuvo la brillante idea de patentar un sistema de suspensión mediante pendulación forzada en 1940 para vehículos ligeros. Dicha innovación era muy útil cuando la velocidad del vehículo era superior a aquella para la que se había construido el peralte de la plataforma de la carretera.

Para conseguir desarrollar la fuerza contraria a la centrífuga se recurría a soportes especialmente dispuestos y construidos para la carrocería del vehículo, que provocaban un grado de inclinación de dicha carrocería con respecto a los ejes de las ruedas. Así, automáticamente la carrocería se desplazaba hacia el centro de la curva al pasar por la misma, de modo que la resultante de las fuerzas centrífugas y de la gravedad se mantenía siempre en ángulo recto con el suelo de la carrocería del vehículo, evitando así el balanceo hacia el exterior de la curva y con ello el vuelco.

Observando a grandes rasgos la patente se puede ver la existencia de dos sistemas de suspensión diferentes, uno en el eje delantero y otro en el eje trasero. Ambos conectan los ejes de las ruedas con el chasis y la carrocería de la misma forma que en un diseño de suspensión convencional, pero a esto se le añade un grupo de actuadores hidráulicos adaptado a unas condiciones de trabajo impuestas por las irregularidades del terreno y especialmente por el movimiento de un péndulo que permite cuantificar mecánicamente la fuerza centrífuga en el paso por curva. Así, el ángulo desplazado por dicho péndulo va correlacionado con el ángulo de balanceo de la carrocería y en función de la posición que este adquiera una válvula comanda aceite a presión a un actuador hidráulico u otro. Al actuar dicho actuador se consigue elevar esa parte de la masa suspendida y se corrige la inclinación existente.

Gracias a la implementación del péndulo número 38 que se puede ver en la fotografía derecha, se podía llegar a cuantificar el efecto de la fuerza centrífuga sobre la carrocería y chasis. En la imagen izquierda se puede observar una vista en planta del vehículo donde el péndulo 38 se conecta mediante el brazo 52 con la suspensión delantera y trasera del lado derecho. Dicha conexión contiene todas las tuberías hidráulicas entre el péndulo y los cilindros hidráulicos de doble efecto delanteros y traseros del lado derecho. En lo que respecta a los cilindros del lado izquierdo del vehículo su conexión se realiza por debajo del bloque 36 que hace referencia al motor y caja de cambios. En la imagen derecha se puede observar una sección frontal de la suspensión delantera en la que se observa la conexión de la bomba hidráulica 33 con las tuberías encargadas de enviar aceite al buje del péndulo donde se encuentra una válvula selectora con la designación 18. En dicha válvula el péndulo coordina a que tubería se ha de enviar el aceite, bien a la número 20 para elevar la parte derecha del vehículo o la 19 para elevar la parte izquierda del mismo. Posteriormente dicho aceite llega a las cámaras sin vástago de los 2 cilindros de doble efecto delantero y trasero de un lado concreto del vehículo, forzando a ese lado del coche a aumentar su altura libre respecto del suelo. Paralelamente a dicho desplazamiento del vástago, el aceite de la cámara del vástago es transferido a la cámara del vástago del cilindro del lado opuesto de ese eje del vehículo, disminuyendo así la altura libre de ese lado del vehículo. El aceite de la cámara sin vástago de los 2 cilindros delantero y trasero de ese lado envían el aceite por las tuberías hasta la válvula selectora del péndulo, recirculando así el aceite.

Analizando en detalle el funcionamiento de los componentes, el péndulo es el elemento de mayor importancia en todo el proceso ya que gracias a su simpleza, fiabilidad y precisión se consigue medir la fuerza centrífuga que se está experimentando. Debido a su colocación en el lado izquierdo del vehículo se puede ver como al existir un desplazamiento de la masa del vehículo hacia la izquierda, al tomarse una curva a derechas, este oscila hacia el mismo lado modificando la posición del buje en el que se acopla el péndulo. Con dicha modificación la válvula compensadora entra directamente en juego ya que va montada precisamente en el buje y es el propio brazo del péndulo el que abre la conexión con el aceite a presión para conducirlo por el conducto correspondiente.

Habiendo entrado el aceite a presión en la válvula compensadora y habiendo salido por el conducto correspondiente, las tuberías conducen dicho fluido a presión hasta los cilindros hidráulicos actuadores de doble efecto del lado izquierdo de la suspensión delantera y de la trasera. Así, el aceite entra en la cámara del cilindro que no contiene el eje del vástago empujándole hacia abajo y forzando consecuentemente al lado izquierdo del vehículo a subir su altura respecto del suelo. Paralelamente a este último proceso la cámara que contiene el eje del vástago trasiega el aceite y a través de una tubería se introduce dicho aceite en la cámara del eje del vástago de los cilindros hidráulicos actuadores de doble efecto del lado derecho tanto en la suspensión delantera como en la trasera. Gracias a esto último se consigue empujar hacia arriba el vástago y a consecuencia de ello la carrocería del lado derecho se baja en altura.

Conociendo ya en detalle el funcionamiento del sistema, se hace necesario tener en cuenta una serie de aspectos ligados al confort que pasan precisamente por un problema ligado al mareo que pueden inducir estos sistemas en los pasajeros. Este tipo de situaciones indeseables se calculan y se tabulan en base al peralte y velocidades que adquieren los vehículos en el paso por curva de forma que se limita a través de un valor máximo de aceleración centrífuga admisible para el ser humano. Así, teniendo ese valor de aceleración se puede conocer que límite de velocidad ha de tener la señal de tráfico junto con otros valores ligados al estado de la calzada y las velocidades de vuelco. Con todo esto, si se opta por recurrir a un sistema de suspensión pendular forzado como el que se está tratando, técnicamente lo que se está produciendo es un cambio en el peralte real del vehículo al tomar la curva y por tanto una alteración en el valor de las aceleraciones centrífugas que pueden implicar dicha sensación de mareo.

En ambas imágenes puede verse el paso del vehículo por una curva peraltada y como el sistema compensador induce la inclinación del vehículo hacia el interior de la curva para incrementar así la velocidad de vuelco. La diferencia entre una fotografía y la otra radica en que la de la izquierda cuenta con un sistema de suspensión convencional al que se le ha añadido el mecanismo de compensación, frente al diseño de la fotografía derecha que prescinde de la suspensión convencional. En ambos casos el mecanismo de compensación balancea la carrocería sobre el mismo centro de balanceo. Las dos fotografías han sido extraidas de la patente de 1940 de Julius Lindblom, donde al final de la misma aparece la posibilidad de implementar el sistema de suspensión de la fotografía derecha.

La mejor forma de resolver este problema pasa por adaptar las condiciones de trabajo del péndulo en la zona del acoplamiento al buje de forma que la distancia entre los conductos que llegan a este y comunican con los actuadores hidráulicos sea mayor o menor. Si dicha distancia es mayor entonces el efecto de la compensación es menor y si a esto se le añade un sistema de amortiguación de las oscilaciones del péndulo se consigue reducir la brusquedad del conjunto y con ello aumentar el confort de marcha. Dicho mecanismo actúa mediante una deslizadera conectada en el centro al brazo del péndulo e introducida en sus extremos en un cilindro hermético de aceite que opone cierta resistencia al movimiento del péndulo.

Junto a todo lo concerniente al nuevo sistema de pendulación forzada en un vehículo ligero, Julius Lindblom acompañó un prototipo similar adaptado para su montaje en los coches de las unidades de tren con el objetivo de alcanzar las mismas ventajas para el transporte de ferrocarril en los pasos por curva. Sin embargo, debido a la falta de contactos de este inventor sin influencias en el transporte sueco de ferrocarril, le resultó más sencillo recurrir tras la 2ª Guerra Mundial a vehículos ligeros para experimentar sus postulados. De esta forma, varios vehículos de preguerra e incluso furgonetas T2 de VW fueron modificados con este pretexto y probados en distintas calzadas suecas con resultados satisfactorios. En ellos la presión de la bomba de aceite se utilizaba como mecanismo regulador del sistema y no se recurría a la eliminación del sistema de suspensión existente en el vehículo utilizado como mula.

A la derecha puede observarse el sistema de funcionamiento de la válvula selectora emplazada en el buje número 37 del péndulo y que en función de la distancia entre las salidas de caudal se puede regular la rápidez del sistema compensador. A su vez, en la misma imagen puede verse el mecanismo amortiguador de las oscilaciones del péndulo en los cilindros 39 y 40. En la fotografía izquierda puede verse el mismo diseño de compensación de la fuerza centrífuga, pero implementado en un eje o bogie de un tren y es en este sistema en el que se inspiraron para el diseño de suspensión pendular forzada del Pendolino. Las imágenes de nuevo pertenecen a la patente de Julius Lindblom de 1940, pero se presentaron nuevas patentes con variaciones de diseño con el paso de los años, tanto para su implementación en automóviles como en los bogies de los coches de distintas unidades de tren.

Paul Magès y su obsesión con el balanceo de la hidroneumática

A lo largo de la historia algunas personas que carecían de titulaciones o conocimientos científicos de alto nivel han desarrollado numerosos inventos que los han llevado a crear mecanismos y sistemas de gran efectividad. Sin embargo, muchos ingenieros y científicos de sus correspondientes épocas llegaron a calificarles de locos y desconocedores de los principios básicos que implementaban en las investigaciones reflejadas en sus patentes. Si bien es cierto, que en muchos casos la practicidad y la eficiencia de los diseños brillaban por su ausencia como en el caso de Nikolaus Otto y su ciclo de 4 tiempos.

Al margen de dichas invenciones que necesitaron de una supervisión y mejora por parte de técnicos e ingenieros, otros inventos como el motor rotativo desarrollado por Felix Wankel requirieron de una menor intervención de expertos cualificados en la materia. De esta forma, el caso del diseñador e inventor Paul Magès es quizá uno de los más sonoros en el sector del automóvil debido al enorme potencial que supuso su invención. Contratado por Citroën para la supervisión de maquinaria industrial, se requirieron sus servicios para el desarrollo de una nueva suspensión, que permitiera contar con la suficiente dureza a alta velocidad y con la blandeza adecuada a baja velocidad.

El problema de dichas solicitaciones es la imposibilidad de conseguir ese doble objetivo recurriendo a un sistema elástico-amortiguado convencional y los ingenieros centrados en este objetivo no conseguían dar con una posible solución. Así, Magès, tras una profunda fase de autoaprendizaje, llegó a la conclusión de que el problema con todo esto requería de un giro radical que daba la vuelta al principio fundamental de funcionamiento de la suspensión. De este modo, en una suspensión convencional se trata de conseguir amoldar la masa suspendida a las irregularidades del terreno de la forma más suave posible y lo que Magès presentaba como solución era forzar al terreno a ser como la masa suspendida quería que fuese. Por tanto, para conseguir dicho objetivo se requería de algún diseño que forzase a las ruedas del vehículo a hacer fuerza contra el suelo de forma constante independientemente del estado del terreno.


El objetivo de Citroën era poder gestar un diseño de suspensión que fuese capaz de ser dura a alta velocidad y blanda a baja velocidad, con un mejor comportamiento que los sistemas elasto-amortiguados utilizados hasta la fecha. Por ello, dado que los ingenieros de la marca veían imposible desarrollar semejante petición, el diseñador Paul Magès desarrolló una suspensión capaz de forzar al terreno a adaptarse a las solicitaciones del vehículo. De esta forma, él planteó el desarrollo de una idea basada en suspender el automóvil en el aire haciendo que las ruedas tratasen en todo momento de seguir en contacto con el suelo. La fotografía izquierda trata de escenificar dicha idea o concepto, que salió de la mente de Magès, mediante la implementación de globos de aire en lugar de ruedas en un Citroën DS/ID sobre la superficie de un lago. En la fotografía de la derecha puede verse al diseñador e inventor Paul Magès a los mandos de un DS/ID.

La idea de utilizar un líquido incompresible para gestar dicha fuerza y la utilización de un gas compresible que permita amortiguar el efecto de las irregularidades del terreno empezaron a cobrar sentido en la cabeza de Magès. Así, durante los años 40 comienza a realizar pruebas con varios 2CV y empieza a ser consciente de lo efectiva que era dicha suspensión. Sin embargo, desde el equipo de ingenieros y técnicos de la empresa comenzó a verse con gran escepticismo este tipo de pruebas desarrollándose una difícil relación con Magès. Debido a este motivo y a los muchos desencuentros por su falta de estudios a nivel técnico el diseñador optó por colocar en su escritorio la siguiente cita "Todos pensaron que era imposible, excepto algún idiota que no lo sabía y lo logró".

Centrándonos en el devenir de dichas mulas de pruebas, Magès empezó a visualizar la eficiencia de su creación y el gran potencial que tenía la nueva suspensión hidroneumática a nivel de seguridad, ya que incluso los frenos podían actuar recurriendo al mismo sistema hidráulico. Sin embargo, fue consciente de la importante falta de rigidez lateral en el paso por curva de las mulas de 2CV intentando desarrollar un sistema antibalanceo que no llegó a convencerle. Aun así, con todo ello la marca terminó viendo el enorme convencimiento de Magès por su propia creación, implementándolo con fantásticos resultados en el eje trasero del Traction Avant 15 Six H. Tal fue la efectividad del sistema que la marca lo convirtió rápidamente en su seña de identidad y los DS/ID se convirtieron en 1955 en los primeros hidroneumáticos en contar con esta suspensión en las 4 ruedas, en los frenos y en el caso de algunas unidades de DS en la servodirección.

Por su parte, Magès no había olvidado los problemas de falta de rigidez lateral y el excesivo balanceo de la carrocería en las curvas. Tras probar algunas de sus soluciones con mulas de pruebas del DS desde la fecha de su lanzamiento, fue consciente de que sus soluciones empezaban a complicarse y no contaban con la efectividad que él quería. Así, de nuevo el inventor Julius Lindblom, conocedor de los nuevos Citroën DS, trató de implementar sus sistemas de pendulación forzada en un DS19, el cual fue adquirido y matriculado en Suecia para dichas pruebas.

El Citroën DS19 de 1958 utilizado por Julius Lindblom fue sometido a una serie de pruebas que fueron grabadas en vídeo y gracias a esas grabaciones se extrae la imagen izquierda. En ella se puede ver abajo a la izquierda a Julius Lindblom tratando de ajustar los distintos componentes del sistema de compensación de la fuerza centrífuga que se situaban por delante del radiador. En esa misma imagen se puede ver arriba a la derecha una foto del DS19 en cuestión tomando una curva a derechas, dónde se puede observar como el coche se inclina hacia el interior de la curva. La fotografía derecha muestra el estado actual del vehículo que fue restaurado por Mikael Thelin para su posterior puesta en venta. Tras las experiencias en Suecia de Julius Lindblom el vehículo fue abandonado y despojado del sistema de compensación de la fuerza centrífuga. Por ello, tras la restauración del coche, este ya no cuenta con ningún mecanismo en la suspensión diferente respecto de un DS19 convencional.

A diferencia de los mecanismos de control pendular desarrollados por Julius Lindblom con anterioridad en un VW escarabajo cuya carrocería había sido modificada, este nuevo sistema contaba con un control hidráulico mediante un péndulo con dos brazos introducidos en el interior de un tubo con forma de U. Dicho péndulo comandaba la posición de una válvula dosificadora que se encontraba en un lateral de la masa del péndulo y permitía controlar a que actuadores hidráulicos habría de ir el aceite de trabajo para conseguir compensar de esa forma la fuerza centrífuga. Además, con este diseño se abría la posibilidad de aprovechar la propia suspensión hidroneumática del vehículo para el funcionamiento del sistema.

Gracias a esta novedad por primera vez no se requería la utilización de un sistema de suspensión en paralelo con los mecanismos de compensación de la fuerza centrífuga. A pesar de ello, los actuadores hidráulicos de la suspensión hidroneumática convencional tuvieron que ser modificados en línea con las poco fructíferas pruebas realizadas por Paul Magès desde la década de los años 40. De este modo, el DS de pruebas de Julius Lindblom contaba con émbolos hidráulicos con doble cámara de forma que la cámara superior en contacto con la esfera estaba conectada con el sistema de compensación de la fuerza centrífuga. Por su parte, la cámara inferior, que contaba con el émbolo fijo en su interior, estaba conectada al sistema hidroneumático original del vehículo y permitía mantener una correcta estabilidad entre las cargas de los dos ejes del vehículo.

El Citroën DS19 de 1958 de Julius Lindblom suponía un gran paso para dicho inventor, ya que por primera vez conseguía implementar sus investigaciones utilizando su mecanismo de compensación de la fuerza centrífuga como una parte más del sistema de suspensión del coche. Así, en la fotografía izquierda puede verse las conexiones hidráulicas y los diseños de las esferas hidroneumáticas con cilindros de doble cámara que permitían controlar la suspensión del vehículo y la compensación de la fuerza centrífuga. En la fotografía derecha puede verse el diseño de la válvula selectiva que en función de la posición de la masa 44 permitía regular la apertura y cierre de los conductos que aparecen en la imagen, siendo el 47 la entrada de aceite a presión en la válvula. El diseño del péndulo 44 aparece de forma muy simplificada en esta patente de 1958, pero en el DS se implementó un diseño distinto en el que el péndulo contaba con dos hilos verticales y cuya carcasa en forma de U invertida puede verse en la fotografía anterior de Julius Lindblom ajustando el sistema, sacada de la mencionada gravación. La actuación de la válvula selectiva es idéntica a la descrita en su primera patente de 1940, pero mucho más compacta. En la fotografía izquierda puede verse el elemento número 40 que hace referencia a dicha válvula selectiva y a partir de la cual se envía LHM a presión a una válvula AND, que manda dicho aceite a la parte superior de los 2 cilindros de doble cámara de un lado del vehículo u otro en función de la posición de la válvula selectiva. Por su parte, el elemento número 150 hace referencia a un mecanismo selectivo que permite incrementar el caudal en uno u otro eje del vehículo en función de las irregularidades y cargas del mismo. Dicho sistema de tuberías conectado al elemento 150 permite por tanto que la suspensión hidroneumática siga haciendo su trabajo, independientemente de si el coche está o no tomando una curva, y se conectan con la cámara inferior de los cilindros de las esferas de suspensión.

A pesar de la efectividad del sistema y que la hidroneumática seguía dando cobertura a la servodirección y los frenos, este DS de pruebas de Julius Lindblom no llegó siquiera a salir de Suecia con el fin de implementarlo como un extra en las versiones más equipadas del modelo. Por su parte, Paul Magès continuó desarrollando nuevos sistemas adaptativos y en 1968 cesó su investigación en este campo sin lograr dar con una solución que realmente le satisficiera. Entre los defectos que se achacaban no se encontraba realmente un funcionamiento brusco o errático sino más bien la implicación de una desconexión del conductor con la velocidad que realmente llevaba el vehículo, siendo esto peligroso para la seguridad vial. Este puede ser uno de los principales motivos por los cuales no salieron al mercado ninguna de las experiencias de Magès o el sistema de Lindblom, pero en el mundo de la competición donde este tipo de problemas no cobran una especial relevancia se llegó a implementar, en un prototipo del SM, el sistema primigenio experimentado en los 2CV durante los años 40.

A pesar del éxito de las pruebas de Julius Lindblom con su DS19 de 1958, dicho automóvil nunca salió de Suecia ni contó con el interés de la empresa. Por su parte, Magès continuó sus investigaciones en el campo de la compensación de la fuerza centrífuga hasta 1968 con implementaciones en versiones de competición del Citroën SM como la de la fotografía de la izquierda. En todos estos casos, incluyendo el de la imagen derecha de un DS19, se recurrió a los sistemas primigenios de los años 40 implementados en los 2CV de pruebas utilizados por Paul Magès.

En busca de una descendencia para el Rover 3 Litre

Mientras las ideas y el apoyo a Paul Magès llegaba a su fin tras más de 10 años detrás de una solución frente al balanceo de las carrocerías de los Citroën hidroneumáticos, en las islas británicas Rover comenzaba el desarrollo y prototipado de su futura berlina de gama media y alta. Bajo la dirección de un equipo técnico de gran potencial, tras haber desarrollado una nueva línea de diseño con los Rover BRM propulsados por turbinas de gas, el proyecto de lanzamiento de una nueva berlina de mayores dimensiones respecto a sus antecesores se convirtió en el objetivo estrella de la marca de Solihull desde 1963.

Es precisamente a partir de dicho año cuando la aún independiente Rover Company Limited presentaba al mercado su nueva berlina de 2 litros y 4 cilindros bajo la designación P6 con el objetivo de suceder las distintas versiones del P4 de 4 y 6 cilindros denominadas Rover 80, 95, 100 y 110. De esta forma, dicho segmento quedaba cubierto con una nueva línea de diseño muy actualizada para rivalizar directamente con el Triumph 2000 de Leyland Motors Limited. Además, con el objetivo de dar una imagen de marca entre todos los modelos de Rover se requirió el desarrollo de un nuevo diseño para la versión de 3 litros del Rover P5 que permitiese hacer frente de forma más efectiva a otras marcas como Wolseley o Austin del grupo British Motor Corporation (BMC) con sus modelos de 3 litros.

De este modo, tras la presentación del nuevo P6, Rover se puso manos a la obra con su eficiente grupo de ingenieros para el desarrollo de un prototipo derivado que recibió el nombre de P7. Dicho modelo mantenía el diseño y la línea del P6 con el objetivo de mostrar una imagen de marca a la par que se aumentaban las dimensiones del vano motor y se desarrollaba un nuevo motor de 3 litros y 6 cilindros. Tomando como mulas varios modelos de carrocería P6 dicho propulsor fue testeado en numerosas pruebas con nuevos diseños de suspensión que rompían con el sofisticado diseño de suspensión delantera del P6.

Con el objetivo de desarrollar una variante de 6 cilindros y 3 litros para el P6, Rover optó en 1963 por el desarrollo de una nueva berlina basada en el propio P6 con un frontal más alargado que permitiese incrementar el vano motor lo suficiente como para albergar los 2 cilindros extra necesarios. La imagen de la izquierda revela uno de los prototipos de dicha berlina que fueron denominados P7, como puede verse el frontal es distinto en diseño respecto al P6 y cuenta con un capó más alargado. Aunque se acabó fabricando y colocando el motor de 6 cilindros y 150 caballos en los P7, también se desarrolló un motor de 5 cilindros de similar cilindrada que puede verse en la fotografía derecha y que acabó no siendo utilizado en los P7.

En lugar de recurrir a los pioneros muelles de suspensión horizontales que permitían al P6 garantizar una mejor absorción del impacto en caso de choque frontal, ciertos prototipos de pruebas de los nuevos P7 contaron con un sistema de suspensión hidroneumático para el eje delantero inspirado en el diseño del Citroën DS, al cual tomaron de referencia. Por su parte, el ingenioso tren trasero con eje rígido de Dion ajustable y frenos inboard permaneció inalterado en la mayoría de las pruebas, aunque se recurrió a un sistema de eje trasero oscilante de pivote negativo en alguna ocasión con resultados iniciales nefastos. Además, a este diseño de suspensión dependiente del eje trasero, se le complementó una suspensión autonivelante mediante un sistema hidroneumático de regulación de altura en función de la carga.

Paralelamente a todos estos desarrollos, el holding de Leyland Motors Limited necesitaba seguir ampliando su oferta de vehículos ligeros en el mercado con el objetivo de mantener su presencia en el mismo y fortalecer su posición frente a su mayor rival británico, la British Motor Holdings Limited (BMH). De esta forma, Rover Company Limited fue adquirida por Leyland Motors Limited en 1967 y a partir de ese momento los Triumph 2000 y los Rover P6 pasaron de ser rivales a ser miembros de una misma familia. Paralelamente la BMH, que había evolucionado desde BMC, era la propietaria de los Austin y Wolseley de 3 litros anteriormente mencionados en clara pugna frente a los futuribles P7, pero en 1966 el holding había absorbido también a Jaguar Cars y consecuentemente se abría a un nuevo mercado de berlinas de mayor nivel.

Leyland Motors Limited consciente del crecimiento y expansión de su rival vio la necesidad de cubrir también el nuevo segmento de berlinas de alta gama por lo que optó por el desarrollo de una nueva berlina que copase la gama de la marca más representativa del holding. De este modo, tomando de referencia de nuevo la plataforma del P6 se desarrolló un nuevo prototipo bajo la designación P8 de mayores dimensiones que los prototipos P7 y una carrocería que rompía con el diseño de la zaga de los P6 y P7. Las nuevas berlinas contarían con los motores de 3 litros y 6 cilindros que se habían utilizado en los prototipos del P7, pero, aunque dichas mejoras en prestaciones y habitabilidad fueron destacables, el mayor punto de inflexión provino de la suspensión.

La compra de Jaguar Cars en 1966 por parte del holding de BMH, llevó a Leyland Motors Limited a tratar de responder al nuevo nicho de mercado con el que contaba su principal rival. De esta forma, el desarrollo de una berlina de mayores dimensiones a partir de 1966 denominada P8 por parte de Rover se convertía en una nueva necesidad, dentro de los muchos frentes abiertos con los que ya contaba la marca del barco vikingo. En la fotografía izquierda puede verse un P8 en las últimas fases de desarrollo en 1971, semanas antes de que se cancelase dicho proyecto. Como puede verse el coche cuenta con unas dimensiones mayores y formas distintas que el P6 y P7, de hecho puede distinguirse la mayor distancia entre ejes. En la fotografía derecha se muestra la zaga de uno de los prototipos desarrollados en la que se puede leer en los anagramas "4000 V8" lo que hace pensar que el P8 iba a contar también con los nuevos V8 de origen Buick, cuya licencia fue adquirida por Rover en 1965.

Tras una profunda investigación en busca de un diseño de suspensión acorde a las expectativas asentadas con la inteligente suspensión delantera del P6 anteriormente mencionada, el P7 parecía encaminarse a un sistema trasero independiente de ejes oscilantes con el sistema autonivelante del P6. Con la entrada en escena del P8 se requería mejorar aún más el comportamiento dinámico de la nueva berlina y se intentó la implementación de un sistema hidroneumático desarrollado para el eje delantero del P7 e inspirado en el utilizado por el Citroën DS. La gran adaptabilidad a todos los terrenos junto con la posibilidad de controlar la altura de la suspensión a gusto del conductor fueron argumentos más que sugerentes para el equipo de ingenieros de Rover. Sin embargo, no era oro todo lo que relucía…

Al igual que en los Citroën hidroneumáticos el comportamiento en el paso por curva de una suspensión adaptativa implicaba una importante transferencia de carga lateral, que el equipo de Rover quería evitar a toda costa. De este modo, se trató de desarrollar un sistema de suspensión delantera totalmente distinto con un mecanismo antibalanceo que corrigiese las transferencias de cargas debidas a la fuerza centrífuga, recurriéndose a un prototipo P7 de pruebas. Dicha mula contaba con una suspensión trasera de eje De Dion no ajustable, pero montado por delante del eje trasero con el mismo mecanismo autonivelante que contaba el P6. A su vez, en el eje delantero se optó por el mismo diseño de suspensión que en el P6 con muelles horizontales, pero sustituyéndose los amortiguadores por nuevos cilindros hidráulicos que eran comandados por un sistema pendular forzado muy similar al implementado por Lindblom en el Citroën DS de pruebas de 1958.

Ciertas fuentes aseguran que la ingeniosa suspensión delantera del Rover P6 se debía a que el diseño del modelo se realizó a partir del prototipo T4 que contaba con una turbina de gas y tracción a las 4 ruedas. La realidad es que cuesta pensar que sea necesario complicarse tanto en el diseño de una suspensión para tal fin cuando un diseño convencional con doble horquilla hubiese sido suficiente. La gran mayoría de fuentes aseguran que el diseño de la suspensión delantera del T4 y P6 tenía como objetivo la absorción de energía en caso de impacto frontal por parte de los muelles delanteros, algo bastante plausible a tenor del empeño que puso Rover a la seguridad activa y pasiva hasta en los prototipos P8. Si se analiza la suspensión delantera de la fotografía izquierda puede verse la complejidad con la que cuenta, ya que la mangueta sube hasta la parte superior del chasis para unir la bieleta de la dirección y el brazo de conexión con el amortiguador, muelle y estabilizadora. Este diseño de suspensión es una verdadera obra maestra con el objetivo de brindar la seguridad ante impacto frontal comentada y es imposible categorizarla dentro de ningún tipo de diseño de suspensión concreto. En la fotografía derecha puede verse la suspensión trasera de un P6 con eje rígido De Dion ajustable mediante una junta que se desplaza en función de la carga de cada rueda.

Gracias a dicha pendulación forzada y la implementación de válvulas duras y blandas en dicho mecanismo se conseguía adaptar los nuevos cilindros hidráulicos para trabajar como si de un amortiguador telescópico se tratase y a la vez siendo capaces de contrarrestar la fuerza centrífuga en el eje delantero. Por su parte, el eje trasero contaba con un grupo de barras encargadas de igualar la posición del émbolo de los dos amortiguadores de cada lado del vehículo. De esta forma, la altura en la que se encontraba el amortiguador delantero controlado por el mecanismo de pendulación forzada era transmitida mediante las barras al amortiguador trasero del mismo lado, permitiendo compensar la fuerza centrífuga del eje trasero.

Aunque resulte eficaz este sistema ante el propósito de eliminar el balanceo en las curvas, es evidente que dicho mecanismo anulaba la independencia de las vibraciones de la suspensión delantera respecto a la trasera. Esto implica que las frecuencias naturales de la zaga del vehículo se veían condicionadas por las de la parte delantera, siendo un grave problema en superficies bacheadas y a alta velocidad. El equipo de ingenieros de Rover era consciente de dicho problema y debido a ello tenían planteado implementar un control hidráulico del sistema que permitiese resolver dicha dependencia vibratoria. Sin embargo, la llegada de un nuevo motor a la factoría de Solihull y la unión entre BMH y Leyland Motors Limited supuso el inicio del fin para este proyecto y todos los relacionados con el Rover P6.

Con la llegada del nuevo motor de 8 cilindros en V proveniente de General Motors el vano motor del P6 pudo contar con un propulsor de mayores prestaciones que el 4 cilindros de 2 y 2.2 litros sin los problemas de espacio con los que contaba el 6 cilindros de 3 litros y que motivó la creación de los prototipos P7. Debido a ello, las expectativas por el desarrollo del P7 se vieron truncadas con la llegada del P6 V8 junto con la creación de la nueva British Leyland. Debido a la unión de ambos holdings a partir de este momento los Wolseley Six y Austin 3 Litre pasaban a ser de la misma familia que los Rover P6. Por su parte, el desarrollo del P8 también se vio afectado debido a la presencia de Jaguar que también pasaba a ser una marca hermana.

La implementación del sistema antibalanceo de Rover durante el desarrollo del P8 se realizó sobre una mula de pruebas del P7 con un motor de 6 cilindros, suspensión trasera De Dion no ajustable con el eje por delante del tren trasero y con una esfera hidroneumática autonivelante. En el caso de la suspensión delantera se utilizó el mismo diseño que en los P6, pero con la sustitución de los amortiguadores telescópicos por un sistema hidroneumático que permitía regular la altura de dicho eje. En la fotografía izquierda puede verse el prototipo de pruebas y en la derecha se puede ver la efectividad del sistema que logra anular el balanceo prácticamente por completo. Debido a que la regulación de la transferencia de carga en el eje trasero se realizaba mediante barras conectadas a los actuadores delanteros, el eje trasero tardaba algo de tiempo en responder al balanceo notándose una descompensación entre los dos ejes justo al inicio de las curvas. Además, dicha unión mecánica implicaba una conexión directa entre las suspensiones de ambos ejes siendo un verdadero problema al poder influir la frecuencia natural de vibración de una sobre la otra y viceversa.

Con todo ello, las ilusionantes expectativas de Rover tras la gestación del P6 y los prototipos P7 y P8 se desvanecieron en cuestión de menos de un lustro ante unos acontecimientos que la relegaban a un lugar menos exclusivo del que otrora había soñado. La gran cantidad de marcas en el inmenso holding que formaba British Leyland terminó cortando poco a poco las alas del fabricante de Solihull y la crisis del petróleo fue la sentencia de muerte a todos los muchos proyectos de Rover, especialmente sobre turbinas de gas y también sobre el diseño de una suspensión capaz de compensar la fuerza centrífuga.

Citroën Xantia Activa, el primer automóvil con suspensión antibalanceo

Retomando las investigaciones y desarrollos de Citroën que habíamos dejado en el tintero en 1973 tras la crisis del Yom Kipur y la bancarrota de la empresa, los avances en lo que a compensación de la fuerza centrífuga se refriere se materializaron con la presentación de prototipos como el Citroën Activa, que además contaban con un sistema de guiado en las ruedas de ambos ejes del vehículo. Sin embargo, a consecuencia de las crisis del petróleo y la fusión con Peugeot para crear PSA, la mayoría de los avances tecnológicos de la marca del chevron parecían cada vez más supeditados a las economías de escala y recortes de presupuestos instigados por la marca del león.

De esta forma, la necesidad de sacar al mercado modelos económicos ante un entorno cada vez más competitivo se convirtió en el objetivo central de Citroën y con ello todos los avances en suspensión activa del prototipo anteriormente mencionado parecía que nunca se iban a materializar en el mercado. Aun así, es importante destacar el avance que supuso la introducción de una nueva generación de la suspensión hidroneumática que permitía incluir una gestión de la misma por parte de una ECU de mando analógico. Dicha novedad fue presentada en 1989 en primicia por el Citroën XM con el nombre de suspensión Hidractiva I. Gracias a ella y en especial a la Hidractiva II de 1995, la nueva hidroneumática por control electrónico contaba con la posibilidad de variar los parámetros de rigidez de la suspensión mediante la conexión entre las esferas de un mismo eje y la implementación en dicha conexión de una esfera acumuladora con una electroválvula reguladora integrada en ella.

A través de dicha electroválvula la Hidractiva permitía cortar la conexión entre las esferas de suspensión de un mismo eje con el objetivo de endurecer el funcionamiento del sistema y con ello la rigidez de balanceo. De esta forma, los nuevos XM, y posteriormente los Xantia que sucedieron al BX, consiguieron mejorar sus prestaciones en el paso por curva y contar con un comportamiento deportivo si el cliente así lo deseaba. Esto era posible gracias a la captación y procesamiento de información por parte de la ECU relacionada con la velocidad, la posición del acelerador, la utilización de los frenos, el giro del volante e incluso la velocidad de dicho giro. En función de este procesamiento la ECU mandaba una señal eléctrica a la esfera acumuladora de cada eje y con ello se conseguía cerrar el paso entre las esferas de suspensión de las ruedas de un mismo eje.

Aunque la primera generación de la suspensión hidroneumática se implementó en el Citroën 15 Six H y posteriormente en las 4 ruedas del Citroën DS/ID, pocas modificaciones importantes en el diseño tuvieron lugar entre 1954 y 1989. A partir de dicho año, con la presentación de la Hidractiva I y el XM , la suspensión pasó a contar con un control electrónico de la dureza de la misma mediante la adicción de una esfera acumuladora con una electroválvula reguladora en cada eje. Tal y como puede verse en la imagen izquierda, existe una esfera en la posición central de cada eje del XM, algo que en la fotografía derecha no aparece en el caso del DS. Dicha electroválvula recibía información de una ECU que procesaba información sobre la velocidad, el giro del volante, la velocidad de dicho giro, la posición del acelerador, la pulsación del pedal de freno y la apertura de puertas y portón.

Además de todo este sistema, la presencia de la esfera acumuladora era de gran utilidad en la nueva Hidractiva, ya que por primera vez en la historia de la marca los hidroneumáticos contaron con una válvula antihundimiento en cada eje conectada con las esferas de suspensión, las válvulas de regulación de altura de cada eje y la válvula de selección. Gracias a esta novedad los nuevos XM y Xantia tras apagar el motor conseguían mantener la altura, al no permitirse el retorno desde las esferas de suspensión. Sin embargo, al encontrarse el coche a una altura libre concreta y ser cargado el maletero o todas las plazas de los pasajeros, dicho caudal y presión de LHM retenido en el sistema de suspensión era insuficiente para mantener la altura. Por ello, al arrancar el vehículo, la ECU mandaba abrir en ese momento la electroválvula de paso y la presión acumulada en las esferas de suspensión era transmitida a la esfera acumuladora, recuperándose así la altura libre previa a la carga del vehículo.

Con todo esto, la apuesta por una nueva generación de la hidroneumática de la mano de la Hidractiva suponía un punto diferenciador para la marca del chevron que la permitió mantener el prestigio y la vanguardia en lo que a suspensiones se refería, frente a nuevos sistemas que empezaban a introducirse en el mercado. Aun así y a pesar del conservadurismo de Peugeot, las buenas ventas del Xantia empezaron a mostrar el éxito de la nueva suspensión llegándose a plantear la implementación de alguna versión de conducción más deportiva, para ganar así una mayor cuota de mercado. Hasta el momento, además del sistema adaptativo de la dureza de la suspensión con la que contaba la Hidractiva, Citroën había recurrido a la utilización de varios modelos de esferas de suspensión con un tarado de presión del nitrógeno y de las láminas elásticas de regulación del caudal en la esfera diferentes. De este modo, sistemas con una mayor presión de nitrógeno y unas láminas elásticas más rígidas permitían un diseño final de la suspensión más rígido que reducía las transferencias de carga laterales en el paso por curva y con ello se mejoraba el comportamiento deportivo del vehículo.

Sin embargo, a pesar de la efectividad de la Hidractiva y la variedad de las esferas disponibles, Citroën pretendía mejorar aún más el comportamiento dinámico del vehículo para lo que se recurrió a la implementación de las investigaciones realizadas sobre el prototipo Activa en el nuevo Xantia. Las modificaciones necesarias para llevar a cabo dichas mejoras dinámicas fueron lo más reducidas y contenidas en presupuesto posible, llevando a la implementación de poco más de 6 elementos nuevos en la suspensión del vehículo. En primer lugar, se procedió a la sustitución de la barra de unión izquierda de la estabilizadora delantera con la mangueta por un cilindro hidráulico de doble efecto y a su vez se realizó la misma sustitución en la estabilizadora trasera, pero en la barra de unión del lado derecho. De esta forma, la rigidez de las barras estabilizadoras y especialmente su posición pasaba ahora a ser variable.

Gracias a la tecnología desarrollada en la Hidractiva II de 1995, la suspensión hidroneumática de los XM y Xantia contaba con una buena respuesta ante las transferencias de carga laterales en ambos ejes debido al endurecimiento de la suspensión al desconectarse las esferas de las ruedas de un mismo eje por el cierre de la válvula selectora de la esfera acumuladora central de cada eje. Con la llegada del sistema SC/Car del Xantia Activa la Hidractiva II se complementaba con la posibilidad de modificar la rigidez y posición de las barras estabilizadoras de cada eje. Como puede verse en la fotografía izquierda se recurría a un nuevo sistema de tuberías hidráulicas para conectar los cilindros de doble efecto situados en la rueda delantera izquierda y la rueda trasera derecha que permitían modificar la rigidez y posición de las estabilizadoras. Dicha conexión hidráulica de LHM se comandaba en función de la información procesada por la ECU proveniente de los sensores de velocidad, giro del volante y velocidad de giro del volante. En la fotografía derecha puede verse el cilindro de doble efecto delantero izquierdo de la estabilizadora, en los Xantia sin el sistema antibalanceo dicho cilindro era sustituido por una barra rígida unida a una rótula en cada extremo.

Por otro lado, se procedió a la instalación de un sistema de tuberías nuevo que permitiese conectar las cámaras del vástago de los dos cilindros hidráulicos comentados entre ellos y a una misma conexión de presión proveniente de la válvula de selección. Además, otro circuito de tuberías conectaba las dos cámaras sin vástago de los cilindros hidráulicos con un nuevo mecanismo de regulación, que se implementaba en el eje trasero y contaba con una esfera acumuladora que permitía mantener la presión de las cámaras sin vástago de los émbolos. Por otro lado, una válvula selectora montada en el eje delantero era pilotada por un muelle unido a la carrocería que permitía transmitir la inclinación a izquierda o derecha de la misma.

Conocido el sencillo y económico sistema implementado, se abría la posibilidad a la aparición de dos escenarios distintos. Uno basado en una rápida respuesta del conductor traducido en dos volantazos muy seguidos y en sentidos opuestos, situación normalmente ensayada mediante la denominada prueba del alce, y el otro escenario basado en la aplicación de un giro lento, pero muy largo, del volante ante una larga curva. El primero de estos escenarios se podía controlar mediante la actuación de una electroválvula sobre el comentado mecanismo de regulación implementado en el eje trasero y que recibía señales de la ECU ante un rápido giro del volante. Gracias a dicha electroválvula la conexión entre las cámaras sin vástago cambiaba de encontrarse a la presión de la esfera acumuladora a encontrarse a una presión establecida por la unión directa entre ambas cámaras. Así, se conseguía incrementar la rigidez de la barra estabilizadora en cada uno de los ejes.

En el caso del segundo escenario, el largo avance de la curva tomada por el conductor permitía el balanceo de la carrocería que al perturbar el estado del comentado muelle se pilotaba la válvula selectora haciendo que, en caso de una curva a derechas, la válvula conectase las cámaras sin vástago directamente a la presión y caudal de la suspensión, y con ello las cámaras con vástago se veían incapaces de vencer la mayor fuerza existente al otro lado del vástago debido a su menor sección, por lo que se procedía a la expansión de los émbolos. De esta forma, la carrocería en la parte delantera izquierda trataba de subir su altura, compensándose la fuerza centrífuga sobre el lado izquierdo del vehículo. A su vez, unido al esfuerzo del lado izquierdo para tratar de elevarse, el cilindro trasero derecho también trataba de bajar la carrocería en la misma proporción. De este modo, en 1995 este sistema denominado SC/Car sale al mercado implementándose en el que se convertiría en el primer automóvil con suspensión antibalanceo de la historia, el Citroën Xantia Activa.

El sistema SC/Car permitía resolver dos situaciones de balanceo de la carrocería distintas que pueden verse en el lado izquierdo de la fotografía izquierda. Debido a un "Sharp right turn", es decir un giro brusco a la derecha, la ECU registraba la velocidad del giro del volante y accionaba la electroválvula que se puede ver en la fotografía derecha con un terminal conectado a masa y el otro al positivo de corriente. Mediante dicho accionamiento el émbolo esquemático negro de la fotografía derecha, y rojo de la fotografía izquierda, ascendía y comunicaba la cámara sin vástago del cilindro de doble efecto de las estabilizadoras de cada eje. De esta forma, se conseguía incrementar la rigidez de la barra estabilizadora lo suficiente como para estabilizar el coche ante giros bruscos como el de la prueba del salto del alce. En el caso de realizarse giros más grandes, lentos y alargados en el tiempo hacia la derecha en el volante, "right turn" en la fotografía izquierda, entra en acción la válvula antibalanceo que en la fotografía derecha aparece conectada al depósito de LHM en uno de su canales y en la fotografía izquierda aparece como "roll corrector". Dicha válvula se encuentra conectada a una barra unida al chasis a través de un pequeño mecanismo que balancea respecto del eje delantero, permitiendo así comandar la posición de la corredera interna de la válvula. Ante largos giros de volante a derechas, el chasis procede a balancearse hacia la izquierda moviendo la barra que mueve a su vez la corredera y conectando el LHM a presión con las cámaras sin vástago de los cilindros hidráulicos. De este modo, se consigue expandir los vástagos y subir en altura el lado izquierdo del vehículo a la vez que en el lado derecho se expande el vástago también para bajar en altura el lado derecho del coche. En el caso de giros a izquierdas la válvula conecta las cámaras sin vástago de ambos cilindros al depósito de LHM de forma que el lado derecho trasero sube en altura, a la par que se baja la altura del lado izquierdo del vehículo al bajar el vástago del cilindro delantero izquierdo. La esfera acumuladora junto con el mecanismo de aumento de la rigidez de las estabilizadoras se encontraba en el eje trasero del vehículo, mientras la válvula correctora del balanceo se encontraba en el eje delantero del vehículo. 

Con la llegada de dicha versión a la gama media de la marca del chevron en 1995, se asentaba el camino a una nueva generación de vehículos de la marca que pudieran contar con un sistema de suspensión más efectivo y controlado mediante electrónica. De esta forma, no tardaron en salir al mercado nuevas adaptaciones de la Hidroactiva presentándose con el Citroën C5 y C6 la tercera de las generaciones de dichas suspensiones hidroneumáticas. Sin embargo, a pesar de la alta efectividad del sistema Activa del Xantia y las mejoras de la Hidractiva III, poco a poco PSA comenzó a ir retirando del mercado dichos sistemas de suspensión. Así, se fue encaminando a la marca a un segmento de mercado más económico en la que berlinas como el C6 no tenían cabida en los nuevos proyectos y objetivos de mercado. De este modo, en 2017 el Citroën C5 se convirtió en el último modelo de la marca francesa en contar con suspensión Hidractiva.

El impacto de la suspensión Activa de Citroën y la electromagnética de Bose en el mercado

En paralelo al desarrollo de la primera Hidractiva implementada en el Citroën XM, desde EEUU se intentaba resolver el mismo problema al que se enfrentaban los franceses, pero de una forma totalmente diferente. Mientras la marca del chevron recurría a la ya descrita suspensión hidroneumática mediante control electrónico, junto con la implementación de una esfera reguladora en cada eje, la marca de lujo Lexus recurría a abrir un nuevo campo de investigación centrado en el diseño de un nuevo tipo de sistema de suspensión en su gama alta LS. El nuevo grupo de suspensión implicaba la sustitución del amortiguador telescópico y el muelle por una torre de gran diámetro que contaba con un actuador electromagnético unido a un brazo superior de la mangueta y al chasis en la parte superior.

Además de los cambios tratados, el coche contaba con una gran cantidad de sensores encargados de medir la altura libre del vehículo en varias zonas y también otros colocados en la parte delantera para captar información sobre la geometría de la vía y los obstáculos que iban a aparecer. De este modo, esta nueva suspensión contaba con una alta capacidad predictiva y permitía responder eficientemente a las irregularidades del terreno antes de que las ruedas llegasen incluso a tocarlas. Llegados a este punto se puede ver como las peculiaridades y ventajas de esta suspensión son muy similares a las de la Hidractiva I presentada por el Citroën XM en el mismo año 1989 en el que se realizaban las primeras pruebas del Lexus LS con suspensión electromagnética, pero en esta ocasión se prescindía de toda la instalación de tuberías y esferas en favor de un sistema de cables y actuadores electromagnéticos. Además, la suspensión, gracias a la alta cantidad de sensores, permitía conocer en todo momento que posición de los actuadores electromagnéticos era la correcta para mantener la altura libre de forma uniforme en todos los bajos del vehículo. Esto implicaba la posibilidad de eliminar el balanceo de la carrocería en su totalidad en el paso por curva, al igual que lo conseguía la ya tratada suspensión del Xantia Activa.

Tras la mala experiencia de Amar Bose, fundador de la empresa de sonido homónima, con su automóvil recién comprado a finales de los años 70, pidió a su compañía el desarrollo de una suspensión adaptativa que lograse ser tan eficiente o más que las hidroneumáticas de Citroën, que por lo visto no conocía. De esta forma, la compañía inició el proyecto Sound para la gestación de la primera suspensión electromagnética y predictiva del mercado, la cual contaba con un sistema de suspensión en la que se prescindía de los muelles y amortiguadores en favor de unos actuadores electromagnéticos que contaban con motores síncronos capaces de absorber la energía de la amortiguación debida a las irregularidades del terreno. La gran ventaja de este sistema no era solo su gran efectividad al nivel del Citroën XM del mismo año 1989 en el que se presentó el Lexus LS que contaba con este sistema y puede verse en la fotografía izquierda, sino la utilización de cables y conexiones eléctricas para comandar la suspensión en lugar de tuberías hidráulicas. En la fotografía derecha puede observarse el diseño de la suspensión delantera con un brazo superior sobre el que se monta la torreta electromagnética.

En la práctica el sistema implementado y desarrollado por Bose en los Lexus comentados resultaba ser un mecanismo de mayor eficacia si cabe ante obstáculos y corrección del balanceo que la Hidractiva y la suspensión Activa, pero en su lugar se requería de unos actuadores electromagnéticos y de una electrónica de potencia de mayor nivel. A consecuencia de ello, el sistema no se llegó a implementar nunca por parte de Lexus por el alto coste que ello implicaba, quedando los prototipos utilizados en manos de particulares habiendo sido previamente despojados de sus respectivas suspensiones adaptativas. A pesar de ello, el programa de implementación y fabricación en línea de este proyecto denominado Project Sound estuvo vigente hasta 2016, año en que fue cancelado al no conseguirse desarrollar un sistema lo suficientemente efectivo y contenido en precio al mismo tiempo.

Mientras Citroën y Bose desarrollaban sus respectivas suspensiones antibalanceo, Lotus Engineering trataba de desarrollar su propia tecnología en este campo, llegando a implementarla en algunos Lotus Esprit Turbo y Saab 9000 Turbo de forma experimental. Gracias al control de este sistema mediante electrónica digital se podía también modificar las variables de la suspensión en todo momento en el cuadro de mandos habilitado para ello y situado en el compartimento de la guantera del Lotus Esprit, tal y como puede verse en la fotografía derecha. Este sistema de suspensión activa de 1981 prescindía de los muelles y amortiguadores, siendo estos sustituidos por una especie de gato hidráulico que empujaba la parte inferior de la mangueta para ascender la altura libre del chasis en la zona de la rueda que lo requiriese. En la fotografía izquierda puede verse una imagen de la geometría de la supensión de una rueda trasera en la que puede verse el comentado gato hidráulico en el lado derecho y a su izquierda a los transductores encargados de medir las aceleraciones laterales a las que está sometida esa zona concreta del chasis. A pesar de la eficiente respuesta de este sistema de control digital independiente en cada rueda, varios problemas han de tenerse en cuenta como la inexistencia de un elemento elástico que almacene la energía liberada por el gato hidráulico, encargado también de amortiguar las vibraciones de la rueda transmitidas al chasis. Para resolver dicho problema se requería la adaptación del gato hidráulico de cada rueda para su funcionamiento como sistema elasto-amortiguado, así las variaciones de caudal debidas a las superficies bacheadas requerían de una dosificación de las mismas para evitar el bloqueo de la suspensión. Aun así, a pesar de la complejidad y coste del sistema digital dicha suspensión activa era capaz de corregir el balanceo y también las transferencias de carga longitudinales en frenadas y aceleraciones. Dada su gran efectividad el programa SDI de 1991 continuó el desarrollo y mejora de esta suspensión, pero no salió nunca al mercado, ya que su implementación estaba destinada únicamente a la F1.

Aun así, el resto de fabricantes del mercado de vehículos de alta gama no se quedaron de brazos cruzados tras las pruebas realizadas por Lexus y tras la presentación del Xantia Activa. De esta forma, Mercedes y Audi entraron también a la batalla por tratar de desarrollar una suspensión antibalanceo especialmente para los clase S y los A8. En ambas ocasiones se trató de recurrir a un sistema de control electrónico con captadores de información mediante sensores emplazados en los bajos y en el frontal del vehículo, en línea con la tecnología desarrollada por Lexus y Bose. Por otro lado, en el caso de Mercedes se decidió recurrir a un sistema de suspensión hidroneumática que permitiese controlar el esfuerzo necesario a aplicar en el sistema hidráulico de cada rueda de forma independiente. Así, se podía automatizar de forma electrónica todavía más todo el control de la suspensión.

En la fotografía izquierda puede observarse la efectividad de la suspensión electromagnética Bose en el paso por curva con una efectiva corrección del balanceo de la carrocería al mismo nivel que el Xantia Activa, pero con una menor complejidad en cuanto a la instalación. Tanto el Lexus como el Xantia Activa cuentan con unas capacidades de aprovechamiento de la adherencia en tracción a niveles de F1 gracias a estas suspensiones adaptativas. En la fotografía derecha puede observarse el sistema ABC (Active Body Control) de Mercedes-Benz, dónde la implementación de la suspensión hidroneumática permite controlar el balanceo del vehículo mediante un control electrónico independiente en cada rueda. Este sistema es menos preciso en cuanto a efectividad y funcionamiento frente al del Citroën Xantia y Lexus LS con suspensión Bose.

Por su parte, Audi y su sistema eROT de 2016, más moderno que el de Mercedes, se acercaba aún más en el resto de la instalación al diseño de Lexus que al del Activa, ya que se recurría a la implementación de un amortiguador electromagnético rotativo, como alternativa al amortiguador telescópico, encargado de absorber toda la energía liberada al amortiguarse los obstáculos de la calzada. Además, al contar con un sistema totalmente eléctrico se podía programar la suspensión de forma similar a como se hace en F1, posibilitando inclinar el coche hacia el interior en el paso por curva. Este aspecto fue publicitado por Audi como la mayor ventaja del eROT, ya que al igual que en los Pendolino del principio de este artículo permitía incrementar aún más la velocidad en el paso por curva y reducir la sensación de mareo en los pasajeros.

Aunque las ventajas y la reducción de la complejidad, en favor de la eficiencia y gracias a la electrónica, motivó la expansión de sistemas antibalanceo como el del Xantia Activa o el ABC de Mercedes en los años 90 e incluso sistemas de pendulación forzada adaptativos como los de la F1 por parte de Audi, este tipo de suspensiones no han llegado a terminar de cuajar en el mercado frente a los sistemas menos efectivos, pero más baratos como el ESP y el torque vectoring. Es por ello por lo que en el mercado no existe una implementación directa de este tipo de tecnologías antibalanceo tan eficientes y en ningún caso sistemas de pendulación forzada. En ocasiones el miedo a perder la noción de la velocidad en el paso por curva o la preferencia por otros sistemas de confort y de seguridad más asequibles, son los que llevan al mercado a mostrarse escéptico ante los cambios y desde luego son consecuentemente un argumento más para motivar el conservadurismo de la gente…

El sistema eROT de Audi es capaz de absorber energía al amortiguar las irregularidades del terreno, tal y como conseguía hacer la suspensión Bose del Lexus LS. Para ello, tal y como puede verse en la imagen derecha se cuenta con amortiguadores rotativos electromagnéticos que cuentan con alternadores encargados de convertir dicha energía absorbida en energía eléctrica y poder cargar así las baterías de 48V de los microhíbridos de la marca. Además, desde 2011 Audi ha tratado de desarrollar también una suspensión pendular forzada basada en un control electrónico de la suspensión hidroneumática similar al ABC de Mercedes-Benz. La idea del eROT de Audi es tratar de combinar ambos diseños en uno único.

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